14 jul 2010

Tercera parte
La despedida


Ese día, la discusión fue por lo mismo.

- Tú nunca estás pendiente de mí, te pierdes los fines de semana, me apartas de tu vida y siempre me contestas mal. Y él le respondió lo de costumbre:

- No es mi culpa que no te lleves bien con mis amigas, que seas asocial y no tengas tus propios amigos, de tu mismo nivel social con los que puedas ir a los sitios en los que pretendes estar. Porque no te calmas y hablamos después, ya me cansé de estar siempre con lo mismo.

Sin embargo, Isabella supo que esta vez era diferente, no le importó su respuesta y aunque no lo notó de inmediato, puedo darse cuenta que se le había acabado el confuso amor, sin dar ningún aviso y sin una gran tormenta. A pesar de todo, no quería quedarse sola y arrepentirse de terminar la relación, así que hizo lo que mejor sabía: manipular sutilmente el pensamiento de las personas.

Federico siempre había querido demostrar que era de un nivel social alto, así que había aprendido de Isabella ciertas conductas que le permitían aparentarlo. Ella, por su parte, había hecho todos los esfuerzos para “mejorarlo”, desde ropa, hasta llevarlo a ciertos sitios bastante exclusivos en ocasiones especiales. Entonces, aprovechando este rayo de luz, Isabella animó a Federico a irse a otro país, para aprender un idioma y una cultura diferente, le ayudó con todos los trámites y finalmente se despidieron con la promesa de que ella pronto iría a visitarlo.

Las conversaciones se volvieron rutinarias:
- Isabella ¿por qué nunca me llamas, ni me escribes? Lo prometiste, y estoy cansado de ser yo el que siempre haga todo el esfuerzo.

- He estado muy ocupada haciendo todas las gestiones para poder visitarte, he conocido gente que me puede ayudar a conseguir algo en Londres para no quedarme sin hacer nada, y vivir juntos un tiempo ¿te gustaría?

- Claro bebe, sabes que es lo que más deseo en el mundo, pero mientras tanto quiero que te preocupes más por mí.

- Ok, voy a hacerlo, te lo prometo. Hablamos mañana, tengo que colgar.

Ahora se cambiaban los papeles, Isabella se había dado cuenta que no quería visitarlo, pero se sentía algo obligada, también había notado que no lo extrañaba, no quería llamarlo o escribirle, porque ni un te quiero le inspiraba. Así que sin más, unos días después de haber cancelado su tan anunciado viaje por razones lógicamente creíbles, llamó a Federico y sin pequeñas charlas o disimular algún interés le dijo:

- Federico, creo que no te amé, y eso lo sabes porque nunca te lo dije, pero fuera lo que fuera que sintiera por ti simplemente se desapareció. Hace rato me di cuenta que no te amo y aunque quiera hacer el esfuerzo de interesarme no lo logro, y ya me cansé de las peleas y la rutina. Simplemente, no te extraño.

- ¿Tienes otro, cierto?- Qué predecible, no podía pensar en que el sentimiento de verdad se hubiera acabado y él sencillamente no era tan indispensable como parecía. Su ego y orgullo masculino estaban por el suelo, y con su voz entrecortada y en medio de sollozos sólo le pedía a Isabella que lo reconsiderara, que nunca encontraría alguien que se aguantara su difícil personalidad.

- No, no hay nadie, claramente no te amo y esa razón es más que suficiente- Isabella no sabía de dónde había venido tanta fuerza y seguridad. Ella que siempre lloraba, no había derramado ni una sola lágrima, no se sentía arrepentida y sólo quería vivir su vida, sentirse hermosa y valorada, pero sobre todo: Libre, tal como su alma que había sufrido en silencio, se lo reclamaba.

No obstante, todo deja huellas y esa relación que marcó el inicio de su vida sentimental, también torturó cruelmente al espíritu de lucha, de cambio y casi rompió la conexión intelectual de Isabella con sus sentimientos. Por lo que ahí estaba ella, con un golpe de fuerza inusitada recogiendo los pedazos de su corazón y reparando los vasos conductores de su mente, y con un gran reto: Revivir a su alma indomable, ser independiente y pensar tanto como quisiera, pero con una ventaja, podía analizar y manipular con gran facilidad a las personas, lo que poco a poco la iría llevando por caminos desconocidos y a reconciliarse con su ser.

5 jul 2010

La Cárcel - Segunda parte

La Cárcel
Segunda Parte


Isabella, era de piel clara, medía un metro con sesenta, siempre fue la “gordita” de la casa, pero luchó por bajar de peso hasta que lo consiguió para ubicarse en 48 kilos, por lo que su cuerpo era menudo y muy frágil, pero con los trazos femeninos muy evidentes. Empezaba con un pelo castaño hasta los hombros, muy liso y dócil, que le daba vida al hermoso rostro enmarcado por dos grandes ojos cafés, como la madera de los troncos de los árboles, expresivos pero a la vez misteriosos y sombríos, de los que emanaban miradas que hablaban por sí solas. La nariz era pequeña y perfilada, siempre estaba fría como su alma; sus pómulos se elevaban y se marcaban cuando se reía, como si fueran un par de rojas y tentadoras manzanas y sus labios eran definidos, provocadores y contenidos en una pequeña boca que los mordía y mandaba un mensaje de ternura y picardía.

Hacia el sur se hallaban unos prominentes pechos firmes, como fértiles montañas imponentes en las que se destacaban dos hermosas flores, que siempre le causaron algo de vergüenza. Su cintura era pequeña y en el medio de su cuerpo estaba el ombligo de los sueños y detonador de una pasión inconmensurable, para dar paso a unas caderas amplias que se contorneaban como las olas del mar y de las que salían unas piernas firmes como anclas que la ataban a la tierra.

Pero su cuerpo no era motivo de exhibición ni de orgullo, simplemente era la cárcel su alma, por lo que nunca fue consciente de él ni quiso enaltecerlo con artículos que lo destacaran. Talvez esa actitud hizo que casi nadie, hasta mucho tiempo después, notara a la bella mujer que inconscientemente reclamaba ser acariciada.

Entonces, a pesar de ser hermosa e inteligente ¿era acaso Isabella una persona trastornada mentalmente? Ella preferiría que no, porque si lo fuera dejaría de ser diferente y especial, para ser una loca maniaco depresiva más, así que investigó tanto que su conclusión fue que no lo era. A diferencia de las personas con enfermedades mentales, como el trastorno bipolar, ella podía controlar perfectamente sus estados de ánimo e inducirlos o apartarlos sin ningún tipo de medicamento, estaba en la capacidad de ser normal durante todo el día y ser completamente diferente, como anhelaba, en las noches cuando se encontraba consigo misma, sin afectar a nadie más.

Infortunadamente, con todos los cambios propios de la adolescencia, las presiones y la marcada dualidad de su ser, Isabella finalmente había sucumbido a la superficial y aceptada normalidad, incluso en las noches, encadenando a su espíritu intempestivo. Este comportamiento le permitió relacionarse mejor, dormir como nunca antes, vivir la vida tal como los demás, abandonar las prácticas masoquistas, pero sobre todo conocer lo que creyó que era el amor.

Isabella, había conocido al que creía era el amor de su vida y con el que mantuvo una larga y tediosa relación, que la llevó a convertirse en una persona desconfiada, fría y muy temerosa, sin darse cuenta de la ingenuidad y ternura que podía llegar a inspirar, incluso con en los periodos de autodestrucción y oscuridad de su alma.

Federico, ese tormentoso amor que había sido su primera vez en todo, sin pena ni gloria, era una persona increíblemente hipócrita, por un lado se mostraba como un novio entregado, enamorado, interesado, pero por otro, era mentiroso, infiel y violento. Tan difícil fueron los cinco años que pasó al lado de Federico, que se le había olvidado sonreír, la soledad era su compañía y hasta creía que era normal sentirse una víctima, por lo que en todas las situaciones su posición era la más débil.

Y no estaba en su estado natural de amarga tristeza y anhelada soledad, como el que amaba Isabella y al que había renunciado años atrás. Esta era una estación extraña que había incluso eliminado su espíritu nocturno, dominante e impredecible, para convertirla en la pobre alma mal pensante, dolida y sumisa que era ahora.

Si bien, Isabella solo fue maltratada físicamente una vez, lo que la marcó profundamente, el maltrato psicológico había hecho estragos en ella. Nunca tuvo una autoestima alta, producto de sus conflictos emocionales, el peso y un padre poco interesado que le decía que a las gordas no las quieren sino las mamás, pero a la vez la relación con Federico que por un tiempo la hizo olvidarse de todo y casi poder tocar la felicidad, había logrado que su poco amor propio se volviera inexistente y dudara de dones tan preciosos como su inteligencia poco explotada.

4 jul 2010

Capítulo 1: La cárcel

La Cárcel
Primera parte


Como todas las noches ella se sentía sola, tranquila y en el medio de una profunda oscuridad. Isabella, había pasado su vida, en especial el último año, escapando de todo y de sí misma, con la intención de encontrar las respuestas que la trajeran de regreso a la vida y a la luz que hacía un buen tiempo no podía ver. Después de tenerlo todo había pasado a no tener nada, emocionalmente estaba congelada, se podía decir que su alma padecía de múltiples traumas y fracturas y por lo tanto su pronóstico era reservado.

Unos años antes, Isabella había mostrado su verdadera naturaleza: fría, distante, indiferente y conectada intelectualmente con sus sentimientos; lo que para una niña y una mujer en proceso de formación era algo inaceptable. Su esencia se salía de los parámetros social y moralmente aceptados, por lo que su familia y profesores siempre lucharon por hacer aflorar en ella un poco de humanidad, tratando de extinguir poco a poco al ser decante y autodestructivo que la poseía.

Todos esos intentos rendían frutos por un buen tiempo, Isabella parecía convertirse en una mujer tranquila, dulce, conforme y con mucha sensibilidad. Las personas que la rodeaban admiraban su inteligencia, y la querían por su ternura y temperamento dócil. Sin embargo, en las noches ella recuperaba su independencia, dejaba salir su espíritu huraño y pasaba largas horas pensando en su conflicto emocional, pero sobre todo en el intelectual; se sentía vacía, superficial y nada de lo que era, o en lo que se estaba convirtiendo, parecía ofrecerle paz y brindarle la suave miel que su alma reclamaba.

Por el contrario, vivía en una extraña cárcel. Por un lado era aceptaba, amada y no había complicaciones o dramas en su vida, todo era tan penosamente normal que la aburría. Por el otro, mantenía cautiva a su alma diferente, tan estructurada y compleja que buscaba todo o nada, y sentía que habitaba en un mundo en el que ella simplemente no encajaba y no quería hacerlo. En su estado natural, necesitaba esa miserable furia para vivir, la impulsaba a pensar, proponer y a actuar, pero también a destruir y herir los sentimientos de quienes estaban más cerca, lo que la invadía de una profunda tristeza que hasta parecía agradarle.

Tan feliz se hallaba en medio de su tristeza que necesitaba experimentar la angustia y la ansiedad, pero a su modo, jugando con sus propias y variables reglas y con cierto ritmo incomprensible. Esta curiosidad, la llevo a un estado de profunda inestabilidad, cayó en las conductas habituales de los adolescentes como consumir bebidas alcohólicas, fumar por primera vez y asistir a discotecas y clubes nocturnos, nada más allá de lo normal, lo que pronto mató su interés. Eso, tuvo como consecuencia que empezara a buscar algo más, por lo que llegó a la bulimia, vomitar la liberaba pero después se llenaba de asco y odiaba cada parte de su ser por las razones equivocadas, lo que la aburrió; después pasó a la anorexia, matarse de hambre y dedicarse a pensar era un placer exquisito, pero sentirse débil intelectualmente por la falta de nutrientes y ser encasillada como una joven con los típicos problemas de baja autoestima, hicieron que rápidamente abandonara este juego.

Y así, la mente encadenada con ansias de libertad e influenciada por las ideas de de Hobbes, Locke, Maquiavelo, Webber y hasta Hitler, ocasionaron que empezara a escribir teorías políticas y religiosas que pronto le parecían estúpidas y la hacían dudar de su capacidad intelectual. Tal impotencia le generaba una reacción en cadena que llegaba a estados de ira extrema y rayaban con la locura, sentía su mente desbordarse y se encontraba en lugares demasiados oscuros. Esas circunstancias la llevaron a imponerse un castigo, obligándola a caer en prácticas extrañas y desconocidas, como la necesidad de causarse dolor físico. Primero, a través del hielo con sal, lo sostenía hasta que se derritiera mientras la quemaba y lloraba tranquilamente. Pronto precisó de algo más fuerte, las cortaduras en sus brazos peligrosamente cerca de sus venas, le generaban sufrimiento pero a la vez la liberaban de todas sus ataduras.

Por lo tanto, las noches eran el refugio de Isabella, las largas horas eran adornadas por valles y picos según sus emociones, sentía una conexión sobrenatural con lo que leía y escribía y podía pensar sin límites, por lo que disfrutaba amarga y dolorosamente de su soledad. De repente, a medida que se acercaba la mañana, la invadían sentimientos de acusación, culpabilidad y rechazo por quien era, lo que la obligada a retornar al estado de cotidianidad, hija perfecta, estudiante dedicada, ciudadana responsable y amiga leal, sin despertar sospechas acerca de su dualidad emocional.

Sin embargo, siempre lucía cansada, subía y bajaba constantemente de peso, las ojeras de un color morado muy oscuro nunca abandonaban su rostro y sus hermosos y expresivos ojos cafés reflejaban una tristeza tan profunda que sólo su alma conocía. Sus padres y amigos, empezaron a preguntarse que andaba mal, si ella siempre parecía tan feliz, era suave como la seda, tierna como un bebe que acaba de nacer y tranquila como el mar en las noches. Realmente daba lástima verla y a la vez generaba un sentimiento de vulnerabilidad, una necesidad de protección que atraía a las personas hacia ella.